BERENICE SAINZ GÓMEZ


Hace años, cuando se empezó a usar la palabra “codependencia”, se pensaba que este trastorno era típico de familiares de adictos, después se dieron cuenta que también aparecía en personas que cuidaban de familiares enfermos y en profesionales de ayuda. Pero la codependencia no se limita nada más a estos grupos, sino que permea a nuestras familias y a nuestra sociedad en todos sentidos, siendo una manera, desgraciadamente muy común, de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás.

En la codependencia hay diversos grados: desde un extremo peligroso, autodestructivo, donde la persona se olvida de sí misma y toda su energía está en otra persona, normalmente con una enfermedad ya sea la adicción u otra patología, hasta ejercer otras conductas codependientes que llevan un alto sufrimiento emocional pero sin llegar a la autodestrucción.

Robert Subby, un profesional experto en la recuperación de la codependencia, habla acerca de ella como “una conducta emocional, psicológica y conductual que se desarrolla como resultado de una exposición prolongada del individuo a, y a la práctica de, una serie de reglas opresivas”.Estas reglas que no se hablan, que no se dicen, se sobre entienden. Algunas de estas reglas que nos esclavizan son:

. No seas quién eres; sé bueno, correcto, fuerte y perfecto.
. No seas egoísta; cuida de los demás y descuídate tú mismo.
. No te diviertas, no seas simple ni disfrutes la vida.
. No confíes en los demás, ni en ti mismo.
. No seas vulnerable.
. No seas directo.
. No tengas cercanía con la gente.
. Adivina que es lo que se quiere.

Podemos ver el aprendizaje de estos mensajes en muchos y diferentes aspectos de nuestra educación… Así, sin ser su intención, todas estas reglas nos han enseñado a no confiar en nosotros, no confiar en nuestros sentimientos (“no debes de sentir eso”), creer que está mal ser como somos y que para ser dignos de ser amados necesitamos revestirnos de un traje falso llamado codependencia y así “aparentar” ser el ideal que los demás quieren.
Eres codependiente si:
. Has permitido que la conducta de otra persona te afecte, y estás obsesionado con controlar la conducta de esa persona.
. Crees que tu felicidad y bienestar dependen de lo que haga o deje de hacer otra persona.
. Sabes y tienes claridad de cómo se siente otra persona, qué hace, qué piensa, qué necesita para vivir mejor, pero gran dificultad para poner la atención en lo que tú necesitas hacer por ti.
. Dices que no tolerarás determinada conducta y cuando aparece, la toleras.
. Piensas una cosa, sientes otra y haces otra.
. Te sientes forzado a ayudar a otros a resolver sus problemas.
. Tratas de complacer a otros y no a ti mismo.
. Te cuesta trabajo expresar sentimientos.
. Sientes que si no eres productivo no vales.
. Te sientes incómodo cuando te alaban o te obsequian algo.
. Te encuentras frecuentemente culpando a otros.
. Reaccionas en exceso en algunas situaciones.
. Dices “sí” cuando te gustaría decir “no”…
. Tu estado de ánimo, depende de alguna situación o persona.
Cuando hay codependencia, creemos que alguien/ algo es vital en nuestra vida y vital es el contacto con nosotros mismos.

Otra cosa muy grave con la codependencia es lo que se piensa que es AMOR. Esta palabra ha sido y es muy malentendida, es más, en el mundo en que vivimos, las canciones, poesías, novelas, lo que alientan y llaman amor, no es amor, es codependencia: letras de canciones como “…rómpeme mátame pero no me ignores, no mi vida, prefiero que tú me mates que morirme cada día…” En todo esto, hay muchas fantasías románticas al respecto, siendo el ideal de muchas jovencitas vivir un amor tan apasionado. Es alarmante saber la cantidad de jóvenes que se sienten atraídas por personalidades conflictivas, teniendo la íntima creencia de que “mi amor lo va a cambiar” o “nadie lo ha querido como yo”.

También tenemos metida hasta la médula, dos tipos de creencias con respecto al amor:
. Por un lado creemos que cuanto más suframos por amor, amamos más.
. Y por otro lado creemos que la felicidad de los demás depende de lo que nosotros hagamos.

No, nosotros podemos cooperar para la felicidad o dolor de alguien, pero en ningún momento dependen de nosotros.
Con este tipo de condicionamientos, se vuelve una necesidad imperante revisar la veracidad del mensaje recibido, y saber que tenemos todo el derecho y el deber, de llevar nuestra vida hacia la plenitud de lo que somos.
La forma en que mejor podemos ayudar a otros, es procurando ser nosotros mejores personas en todos sentidos y así poder enseñarles con el ejemplo.

¿Cómo vive un codependiente?

Vive con gran sufrimiento interno, volviéndose cada vez más irresponsable (cuando cae en alguna adicción) o demasiado responsable, no sólo de lo que a él le toca, sino de lo que concierne a los demás.

Siente que se “sacrifica” por los otros, ya que se niega muchas cosas a sí mismo. La lista de “no puedo por…” es muy grande.

Siente que los demás no lo valoran ni aprecian. Se pregunta: ¿cómo es posible que él/ella haga tal cosa si sabe lo que me duele?

Se siente culpable si algo o alguien se encuentra mal, pues se cree responsable de los sentimientos, pensamientos, acciones, deseos y necesidades de otros.

Tiene la sensación de “no hacer lo suficiente”, por lo que da hasta el cansancio, estirando sus límites hasta volverlos inexistentes y permitiendo así abusos de todo tipo.

Dice “Sí”, cuando quieren decir “No”, para evitar los sentimientos dolorosos de culpa y de “no ser suficientemente bueno/a”, sin saber que se mete en un círculo vicioso, muy doloroso, del que Anthony de Mello ya habló:
a) Primero siente la necesidad de “rescatar” al necesitado que tiene enfrente.
b) Después se siente “victimizado”, abusado, ya que siempre da y los demás no le responden igual, con lo que viene el coraje y… c) Las ganas de desquite, por lo que agreden al otro de alguna manera.
d) Y con esto le vuelve a venir el sentimiento de culpa por haber sido tan malo y
e) Vuelve a rescatar… y todo el ciclo se repite.

Vive mucho de las expectativas de los demás, con la esperanza de que si el otro ve lo bueno que es o todo lo que lo quiere, terminará por cambiar y darle así, lo que ellos desean.

Tiene muchos “botones al aire” de manera que si alguien hace o dice algo, tocando alguno de ellos, inmediatamente reacciona con sentimientos dolorosos y para evitarlos, se sube a un carrusel de dolor y agonía.

Se siente victimizado, enojado y abusado, cuando no obtiene lo que necesita, por lo que guarda gran cantidad de enojo que reprime y que lo lleva a depresiones, enfermedades, compulsiones que se convierten en adicciones (alcohol, drogas, trabajo, sexo, juego, comida…), pues cualquier cosa que se haga en exceso, para sentir bienestar, es una adicción al descuidar otras áreas de la vida. Así, la codependencia es la puerta de entrada al mundo de las adicciones.

¿Cómo viven los otros al codependiente?

De cómo se ve a si mismo, a como lo ven los demás, en ocasiones, parece el reverso de la medalla:

Lo ven controlador, pues él/ella es el único que sabe cómo se hacen las cosas y presiona a los demás, para que se hagan tal y como dice, sintiéndose espiados y juzgados.

Lo ven descalificador, pues las opciones y soluciones de los demás, no sirven, sólo las suyas son correctas, sintiendo una gran falta de respeto a la individualidad de cada quien.

Lo ven manipulador, pues usa a los demás como si fueran cosas. Es quién dice las cosas con la intención de que otra persona reaccione de determinada manera. Sus palabras dicen una cosa, y su lenguaje corporal, otra. Así lo ven chantajista, con mensajes indirectos: “Tu sabrás lo que haces… si quieres dejarme sola y enferma”. Manipula a los demás para que le den lo que necesita, pues se considera incapaz de proporcionárselo él mismo.

Lo ven haciendo a los demás responsables de cómo se siente: “Tu me hiciste sentir…” ”Por tu culpa…”

Lo ven haciendo favores… y luego cobrándolos indirectamente.

Lo ven sobreprotector, que por un lado les agrada mucho: “alguien se hace cargo de mí”, y por otro lado, el mensaje que reciben con la sobreprotección y control es “Tú sin mi no puedes” “Tú no sabes como hacerle, yo si”, lo que les lleva a resentirse con ellos.

¿Que mantiene la codependencia?

El tener relación cercana con personas perturbadas, necesitadas o dependientes, la dispara.
La vivencia de que “Aquí no pasa nada”: después de vivir una situación fuerte, importante, se hace “borrón y cuenta nueva”, no se habla de eso, como si nunca hubiera sucedido.
La esperanza: por el deseo de que los sueños se hagan realidad, esperar sin fin el cambio de conducta del otro.
Creer en las palabras del otro y confiar que así será, sin observar los actos. Sabemos que lo necesario para que la mentira funcione es la necesidad de creerla.
El miedo a quedar desamparados. Creen que no pueden hacerse cargo de sí mismos, cuando se hacen cargo de otros.
La falta de contacto con los sentimientos.
La falta de conciencia de cómo son abusados y cómo abusan.
La comodidad de estar en una situación conocida y evitar el miedo al cambio.
El no querer soltar el control.

¿Pistas para superarla?

Hay una inmensa sabiduría en la Oración de la Serenidad, de los grupos de 12 pasos y dice:
“Dios dame serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que sí puedo y sabiduría para distinguir la diferencia”.
Lo que NO podemos cambiar es al otro, su conducta, sus pensamientos, sus sentimientos.
Lo que SÍ podemos cambiar es a nosotros mismos, nuestros pensamientos, sentimientos y acciones.

. Trabajar en sanar nuestros sentimientos: Los sentimientos son nuestra brújula interna, que nos indican necesidades y al cubrirlas llegamos a la plenitud.
. Educar la mente: si nos damos cuenta, la mayoría de las veces nuestra mente, nuestros pensamientos se encuentran en el futuro (temiendo o deseando algo que creemos va a suceder) o en el pasado (con resentimientos o añoranzas).
Al poner la atención en nuestros sentidos, vivimos el presente. Cuidar al “monito borracho” de nuestra mente que va de pensamiento en pensamiento. La mayoría de las veces que sufrimos, lo hacemos gratis: existe sólo en nuestra mente, no en la realidad. Educar la mente, es aprender a observarla, a detenerla y a decidir qué clase de pensamientos decides tener y cuáles no.
. Creer en los hechos, no en las palabras: a menos que los hechos respalden que puedas creer en las palabras.
. Cubrir nuestras necesidades: Las necesidades que queremos que alguien nos cubra, sean materiales o afectivas, cubrirlas nosotros. Cuando queremos que alguien haga algo positivo, preguntarnos si no somos nosotros quienes lo queremos hacer.
. Poner a los demás y a nosotros mismos los límites que necesitamos: hay señales, como si de un semáforo rojo se tratara, que nos indican cuando necesitamos marcar límites: cuando nos sentimos victimados, abusados, enojados, cuando nos quejamos y lamentamos, es hora de marcar límites y de ver qué límites hemos traspasado.
. Escucharnos: escuchar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestros sueños, anhelos, gustos. Escuchar nuestro cuerpo. Observar cómo respondemos.
. Desarrollar la autoestima: trabajando en nuestras imperfecciones y potencializando los dones que tenemos.
. Crecer espiritualmente: Buscando constantemente la “magia” de la vida, descubriendo al Creador Supremo, viéndolo en mil cosas. Trabajando en las imperfecciones, limitaciones, en nuestra parte “oscura”.
. Cuidar de nosotros, sin importar qué suceda y con quién estemos: conocer y ejercer nuestros derechos personales. Somos la única persona con la que estaremos toda nuestra vida a cada instante, por lo tanto, somos a quien más necesitamos cuidar.
. Desapegarnos, desprendiéndonos del cuidado obsesivo por otros, para hacerlo por nosotros mismos: en el desprendimiento hay mucho amor y respeto; respeto a tu capacidad de crecer, a tu capacidad de manejar tus problemas, al modo como quieres vivir tu vida, y amor, amor a tu única individualidad, amor a la esencia del ser que eres. En el desprendimiento cambiamos la energía hacia nosotros: Dejamos de meter la mano en responsabilidades de otros y empezamos a hacernos cargo de nuestras responsabilidades: explorar nuestros sentimientos, satisfacer nuestras necesidades y luchar por nuestros derechos teniendo límites claros.
El desprendimiento es el primer paso hacia la desvictimización, dejamos de ser víctimas de otros, de nosotros mismos, de nuestra historia personal, de la vida. Nos hace ver nuestra impotencia ante lo que no podemos controlar, para que recuperemos nuestro poder personal.

“Dejar ir” es permitir a los otros, que se
hagan responsables de sus vidas.
”Dejar ir”, es no criticar y manejar a alguien,
sino convertirme en lo que sueño ser.

Tomado del Libro Libérate de ser Redentora de Berenice Sainz Gómez).


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